El curso Temas de Historia III, fue programado con el propósito de estudiar los fenómenos históricos relativos a la Modernidad, la Nación y demás fenómenos que se relacionan. En esencia comprende el análisis de la modernidad desde la transición histórica del Antiguo Régimen y su transformación económica, cultural y política. Un proceso formativo que principia en la baja edad media y se proyecta hacia el siglo XVIII, en donde cobra su plenitud y transforma en lo político la formación de lo que denominamos Estado Nacional o nación moderna.

En consecuencia, la modernidad y nación temas problema fundamentos del curso, como explican desde la historia social, Hilda Iparraguirre y María Isabel Campos, comienza en la época colonial, en el reformismo borbónico, siglo XVIII. La modernidad es identificada de la mano con el desarrollo capitalista y el impulso de la revolución industrial capitalista en la esfera de la producción. En esta lógica se observa la expansión capitalista del siglo XIX a nivel mundial, por supuesto, hacia América. La modernidad se convierte en un fenómeno global, llega a todas partes y genera procesos de asimilación, pero también procesos de resistencia.

La Modernidad y el proceso de construcción de la Nación contempla la realización de lecturas de autores clásicos, que además son contemporáneos. Como se observa, una doble característica que puede pensarse contradictoria en la medida que un clásico de manera general se refiere a estudios que, a pesar del tiempo, generalmente grande, permanecen como fundamentales en el debate y discusión de determinados temas.

¿Cómo explicar entonces que estos estudios sean clásicos y contemporáneos? La respuesta nos la da la historia de los fenómenos, la modernidad (política) y la nación (moderna). Se remontan al siglo XVIII, y aunque desde aquellos tiempos hubo autores que lo estudiaron, no fue sino hasta bien entrado el siglo XX, que alcanzaron un nivel óptimo de análisis y aportes teórico-metodológicos.

La juventud de los estudios sobre la modernidad y el fenómeno nacional se remonta a mediados del siglo XX, y entre otros autores, ya clásicos se destacan Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas (1983), Erick Hosbawn, Nación y Nacionalismo desde 1780 (1990), Ernest Gellnert, Nations and Nationnalism (1983). 

 La literatura sobre el fenómeno de la nación ha girado en torno al interrogante ¿Qué es una nación? Y la crítica a la mayoría de los planteamientos anteriores a los arriba citados, no proporcionan ningún criterio satisfactorio para decir cuál de las numerosas colectividades humanas debería etiquetarse de esta manera. Como sostiene Eric Hobsbawm, a pesar de que su característica principal consiste en clasificar grupos humanos, donde estos argumentan ser vital para su vida, existencia e identificación individual.

Ha habido muchos intentos para determinar criterios objetivos de nacionalidad, también para explicar por qué ciertos grupos se han convertido en naciones, estos se basan en criterios tales como la lengua o la etnicidad, o en una combinación de criterios tales como la lengua, el territorio común, la historia común, rasgos culturales o lo que fueran. Por ejemplo, la definición de Stalin: “Una nación es una comunidad estable, fruto de la evolución histórica, de lengua, territorio, vida económica y composición psicológica que se manifiesta en una comunidad de cultura.[1]

Todas las definiciones como la anterior han fracasado. Recuérdese que el fenómeno nacional es nuevo, reciente, cambiante, incluso en tiempo reciente, distan mucho de ser universales y permanentes. Por lo demás, el criterio de la lengua, etnicidad o lo que sea, son también borrosos, cambiantes y ambiguos. Se usan con fines propagandísticos y programáticos. Una nación no es precisamente una comunidad estable. Ahí está la República de Yugoslavia, la Unión Soviética, el imperio Austrohúngaro, la República Federal de Centroamérica. Aquí es preciso recordar que la categoría nación, ha sido utilizada en muchas épocas y desde hace muchos siglos, por ejemplo, la nación K´iché, Kaqchikel, etc. Pero las naciones que vamos a estudiar son las modernas, aquellas que se organizan como tales desde el siglo XVIII, y que se siguen organizando y naciendo en nuestros días y que, por supuesto tienen características distintas, en particular un territorio más amplio que suele absorber pueblos que se consideran naciones o que anteriormente creyeron serlo.

Siendo, como se ha explicado, la definición objetiva inapropiada, también se ha intentado con la alternativa subjetiva, por ejemplo: “una nación es un plebiscito diario”, como apuntó Renan. A pesar de los esfuerzos anteriores, ni las definiciones objetivas ni las subjetivas son satisfactorias y ambas son engañosas.  Debido a lo anterior, Eric Hobsbawm acude como supuesto inicial de su trabajo, a entender como nación a cualquier conjunto de personas suficientemente nutridas cuyos miembros consideren que pertenecen a ella. Determinar esa pertenencia, es difícil, como lo es consultar simplemente a autores o portavoces políticos de organizaciones que reivindiquen ese estatuto de nación. Observar a grupos de personas portadores de alguna idea nacional no es insignificante, pero la palabra “nación” se emplea en forma imprecisa y el uso del vocabulario del nacionalismo puede significar muy poco.

En este punto cobra mucha importancia el estudio de Benedict Anderson, quien sostiene que una nación es “una comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”. Para ser una nación solo se necesita de un grupo de seres humanos que crean, que piensen, que se imaginen que lo son y convenzan u obliguen a otros a imaginarse lo mismo.

Dadas las dificultades anteriores, Hobsbawm propone abordar la cuestión nacional desde el nacionalismo, pues este puede reconocerse anticipadamente, la nación real sólo puede reconocerse a posteriori, cuando ya existe. También propone para el estudio del fenómeno nación, prestar atención a los cambios y transformaciones del concepto, sobre todo en las postrimerías del siglo XIX. Conceptos que están enraizados social, histórica y localmente, y deben explicarse en términos que correspondan a esas realidades. Cada nación tiene en su surgimiento una historia particular, por ello se estudiarán algunos casos europeos, Alemania e Italia, América Latina y Guatemala.

La nación es una entidad que se refiere a cierta clase de estado territorial moderno, el estado-nación. Donde se observa una invención e ingeniería social que lo concibe y construye. Evidencia de lo anterior para Guatemala es el Plan Pacífico de Independencia y los acontecimientos y acciones políticas que realizaron en consecuencia. En México el Plan de Iguala y los Acuerdos de Córdoba. En consecuencia, aquellos postulados de naciones como medio natural, legadas por Dios, son un mito, “el nacionalismo a veces toma culturas que ya existen y las transforma en naciones, a veces las inventa, y a menudo las destruye: eso es realidad”. Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino es el nacionalismo el que construye naciones.

Finalmente, es preciso destacar que el contenido del curso debe convertirse en un instrumento eficaz para el análisis histórico de los integrantes de la presente cohorte de maestrandos y estimularlos a presentar trabajos de tesis sólidos y en tiempo, que nos permita tener la mejor eficiencia terminal de maestros en historia.



[1] I. Stalin, Marixm and the national and colonial question, P. 8. El original escrito en 1921.